Aunque la ruta ya es una vieja conocida, sigue teniendo ese algo que invita a repetirla. El trazado, siempre pegado al curso del río Huerva, nos acompaña de forma constante, serpenteando entre vegetación y tramos en el que no se ve. El paso por el Parque de Muel aporta un respiro verde y cuidado, antes de adentrarnos en el tramo más llamativo del recorrido: la gran depresión rocosa que el propio río ha excavado a lo largo del tiempo en las inmediaciones de Mezalocha.
Ahí, el paisaje se vuelve más áspero y poderoso, aunque hoy algo mustio: el pantano, víctima de una sequía persistente, mostraba un nivel de agua alarmantemente bajo. Aun así, la belleza del entorno permanece. Es una ruta sin grandes complicaciones técnicas, lo que la hace apta para muchos niveles. Sin embargo, partiendo y regresando desde el Parque Grande, el total se va fácilmente hasta los 70 kilómetros. No es excesiva, pero puede hacerse larga si no se está acostumbrado a rodar esas distancias.
Al final, como siempre, el cansancio se mezcla con esa sensación de haber reconectado —con la bici, con el paisaje.
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